Síntomas de decadencia
El Villarreal presentó el regreso de Cazorla a El Madrigal con un espectacular número del mago Yunke, comparación odiosa con la de la plantilla del Mallorca que habitualmente coincidía con el partido del Trofeo Ciudad de Palma, reducido también a su mínima, mejor ridícula, expresión. Será por eso o porque, como hemos advertido, acabará cargado de razón quien dice que a Maheta Molango le molesta incluso el público.
Cada decisión que se toma en la planta noble empequeñecen la imagen y el prestigio del club. Los colaboracionistas pueden argumentar cuantas veces quieran que Robert Sarver y sus acólitos mucho hicieron evitando la desaparición de la SAD, lo que no solo no es verdad sino que aquello que realmente se salvó fue la ruina de Utz Claassen. Y eso a cambio de mantener una política errática que condujo al equipo a Segunda B, con una falsa austeridad de cara a la galería, plasmada en unas normas de contratación ilógicas dentro del mercado futbolístico y justificadas con un límite salarial impuesto que, por cierto, también incluye las altas nóminas de los ejecutivos.
Ya no pueden sacar pecho ni con el seguimiento obtenido en las redes sociales, ampliamente superado por otros competidores de la misma categoría, ni presumir del número de abonados, algo más de nueve mil cuando el primer rival del calendario, el Osasuna, ya supera los quince mil.
Por si fuera poco, la opacidad que rodea al Mallorca «yankee», no Yunke, contrasta con la idea que tienen los americanos de dotar de fuertes atractivos cualquier manifestación deportiva y su obsesión por el «show business». No pretendemos que la presentación del equipo parezca la final de la Superbowl. Ya sabemos que no cantará Beyoncé, pero es que ya ni siquiera Victoria Maldi, El Casta o Jaume Anglada, dicho sea con el máximo respeto y a simple título de ejemplo.
A todo eso la Ciudad Deportiva se vacía paso a paso. El proyecto de cantera vaticinado por el CEO a poco de su llegada se ha quedado en agua de borrajas. Como su fantasiosa red de ojeadores repartidos por Europa y el resto de España. Dadas las circunstancias y el curso de los acontecimientos, uno sugeriría a partir del 2019, el torneo de agosto al que da nombre la Ciudad, se fusione con el Nicolás Brondo y lo disputen barralets y ferrerets. Sin presentaciones, por supuesto.