Soluciones fáciles

Llámenme anticuado, si. Crecí cuando a las manos aun las llamábamos «hands» y el fuera de juego era Offside, «jens» y «orsay» en lenguaje popular. No había posibilidad de cambiar jugadores durante los partidos, salvo si se lesionaba el portero, ni los árbitros necesitaban tarjetas para amonestar o expulsar a nadie. Igual que ahora, los codazos eran falta, los pisotones también y los buenos colegiados no necesitaban que les avisaran desde una cabina para que tomaran una decisión. Y no, nadie podría afirmar rotundamente que hoy día se juega mejor que antes.

Cada revisión del reglamento ha empeorado el espectáculo, el deporte se ha convertido en negocio y el negocio en perversión. Todo se protocoliza en busca de una equidad que cae por su propio peso antes de que empiece a rodar el balón. Las actas arbitrales se ciñen a una serie de infracciones redactadas previamente y enumeradas en su mayoría. Y hasta el futbolista ha perdido la magia de su improvisación, imaginación, técnica y fantasía, pues tiene que jugar según estrategias planificadas previamente. Pero la manipulación empieza en el propio calendario, los horarios de los partidos, las fechas de las jornadas, las designaciones arbitrales fuera de sorteo. De fórmulas como las de la Copa del Rey, ya ni hablamos.

La mayor incoherencia es la de la prolongación de los tiempos reglamentados que, en síntesis, suponen un menoscabo de la autoridad de cada colegiado transferida a la potestad de prorrogar los partidos según su criterio desigual. Algo muy fácil de evitar. Treinta segundos por cada ventana de sustituciones o falta y amonestación contra el infractor,  un minuto para decidir sobre una alerta del VAR o vale la decisión del árbitro de campo, el fuera de juego se señala al producirse sin dejar de que acabe la acción, otro minuto para tirar un penalti y menos para formar una barrera o poner el balón en juego en un saque de esquina o de banda. Si se hizo con los porteros, por qué no con todo lo demás. ¿A que todo sería más dinámico, ágil y divertido?.

Pues no, invento tras invento para justificar lo inexplicable: el dinero que se fuman entre unos y otros.