Subvencionitis futbolera

No sé si desde siempre pero si de muchos años para acá, la economía española se halla infectada por un virus mucho peor que el causante de la COVID. Se trata de una enfermedad calificada de «subvencionitis», como si el dinero que se utiliza para esparcirla no fuera proporcionado por nosotros mismos a través de los impuestos de cualquier índole. Es como la pescadilla que se muerde la cola, vaciamos nuestros bolsillos en una bolsa común de la que luego salen no para mejorar servicios e infraestructuras públicas, sino para regresar a carteras o cuentas de empresas privadas y/o particulares.

Lo que no podíamos esperar es que hasta los clubs de fútbol, que nadan entre miles de millones aunque no los tengan, también se iban a apuntar a la sopa boba. Normal, ¡tonto el último!. El cesped del Estadio Balear lo hemos pagado todos, la oferta que l’Ajuntament ha hecho llegar a los propietarios del Lluis Sitjar también y que Son Moix se llame Visit Mallorca, por otro lado una promoción redundante con el nombre del equipo y la SAD, también lo liquidarán, via Consell Insular, los seguidores del Constancia, el Poblense, el Manacor, el Atlético Rafal o las chicas del Son Sardina. Con el agravante de que el capital de uno es alemán y el otro americano.

Lo malo de las subvenciones es que esclavizan a sus perceptores. Quien paga manda antes o después, pero siempre. Y si el capítulo de ingresos de cualquier empresa, comercio o negocio depende porcentualmente de ellas, puede que no salga afeitado, pero mejor que mantenga las barbas en remojo. Los ciudadanos de a pie ya salimos a la calle rasurados.