Un club vendedor

Hasta que el Mallorca no pueda retener a un jugador como Kang in Lee, su proyecto de estabilidad no es más fuerte que un castillo de naipes o una torre del «Jenga» como mucho. Los edificios sólidos se construyen sobre bases fuertes y bien amarradas, no cambiando planos sobre la marcha o la calidad de los materiales. El irremediable traspaso del coreano ha derivado en objetivo, más que en necesidad. La explicación del CEO del club, Alfonso Diaz, «usaremos el dinero de su salida para reforzar el equipo», suena tan arcaica como pueril. ¡Faltaría más!.

Ahora estamos en la fase de que si 30 millones, 22, 15 o 12. Desde París comunicarán el mínimo posible para proyectar su habilidad negociadora. En Palma publicarán la cifra más elevada posible para que no se les corra a gorrazos. De momento ya han recordado que el futbolista les pertenece solo al 70 por cien, así que ni 30, ni 15, ni 22, ni 12. En todo caso 21, 15, 11 u 8. La verdad solo la sabrán los firmantes y la Agencia Tributaria.

La política de los americanos continúa siendo la de un club vendedor, buscadores de gangas a la espera de que alguna estalle y genere una plusvalía apetecible. Una idea que choca frontalmente con la de estabilizarse entre los diez primeros clasificados de primera división y en etapas pasadas ya se superó esta barrera. ¡Milagros, pocos!.

No perdemos la consciencia de que hay operaciones, como ésta, inevitables. Los profesionales quieren progresar y, ahí está el quid de la cuestión, jugar en Son Moix no lo es. Al menos no hasta el nivel que nos quieren hacer creer. Competir con otro club por un fichaje determinado es perder, retener a una figura de 22 años hasta los 24 en que valdrá el triple o comprar el 30 por ciento restante, una inversión imposible.

El estadio queda muy bonito. ¡Cierto!. ¡Innegable!. ¿Para 14.000 espectadores si exceptuamos las visitas del Real Madrid o el Barça?. Claro que, por la tele, da el pego.